En la última década, la agricultura peruana ha cambiado a un modelo de exportación en varios cultivos de alto valor. El ascenso a segundo exportador mundial de arándanos ha sido rápido, lo que ha originado un incremento de la demanda de fertilizantes solubles en agua en un mercado dominado por las formulaciones NPK. Leonardo Gottems lo examina en más detalle.
New Ag International LATAM Oct/Nov 2020
El mercado de fertilizantes en Perú cerró 2019 con unas ventas de 1,2 millones de toneladas, un nivel similar a 2018, según los datos de empresas privadas que trabajan en el sector. De ese total, el 65 por ciento de los productos son genéricos, o fertilizante básico a granel, formulado con los tres nutrientes básicos: nitrógeno (N), fósforo (P) y potasio (K). El 35 por ciento restante del mercado consta de fertilizantes especializados, aquellos a los que se añaden otros nutrientes y componentes además de NPK.
En este sentido, la Superintendencia Nacional de Aduanas y de Administración Tributaria (SUNAT) del Perú tiene la peculiaridad de que no clasifica los fertilizantes como solubles o edáficos (que se aplican al suelo en forma sólida), sino que los clasifica en fertilizantes orgánicos, nitrogenados, de fosfato, de potasio y compuestos. Según el profesor Sady Javier García Bendezu, director del departamento de edafología en el área de microbiología y bioquímica de suelos de la Universidad Nacional Agraria La Molina (Lima, Perú), este criterio hace que sea imposible definir el tamaño del mercado de fertilizantes solubles en agua en el país andino.
Los fertilizantes llamados «genéricos», que solo contienen NPK, son los productos más ampliamente utilizados y baratos, motivo por el que tienen una larga trayectoria y llevan aplicándose en Perú desde la década de 1960. En la evaluación realizada por expertos del sector, esta tradición de utilizar fertilizantes genéricos explica la dificultad para hacer crecer el mercado de productos especiales y acaba impidiendo el avance de la productividad de los cultivos agrícolas en el país, ya que solo proporcionan tres nutrientes a las plantas entre las docenas que existen actualmente para el correcto desarrollo vegetal. Precisamente este es uno de los motivos principales por los que la productividad por hectárea es bastante baja. Por ejemplo, mientras que la productividad de la patata es de 15 toneladas por hectárea en Perú, en el vecino Chile se producen 21 toneladas por hectárea.
El profesor Bendezu señala que el mercado peruano depende casi por completo de las importaciones, ya sea de fertilizantes solubles o edáficos. «Hasta el siglo pasado, la urea, el nitrato de amonio y el superfosfato simple se fabricaban en el Perú, pero la producción nacional decreció debido al alto coste de la energía en nuestro país, que hace que sea más barato importar urea de Rusia, Estados Unidos o incluso China —explica—. Perú nunca ha producido superfosfato triple o compuestos de fosfato de amonio.
La producción nacional se limita la extracción de recursos naturales de roca fosfórica para su aplicación directa y a compuestos de epsomita (MgSO4-7H2O), ulexita y boro, comercializados como fertilizantes solubles. En este mercado destacan algunas empresas locales como Sulfatos Naturales S.A., Inkafert, Cerro Sal Perú SAC —añade Bendezu—. Un informe anterior revela que, en 2018, el valor CIF (costo, seguro y flete) de las importaciones totales fue de 525 millones de USD (el equivalente a 1,57 millones de toneladas en total). Frente a esto, las exportaciones tuvieron un valor FOB (franco a bordo) de 31,5 millones USD (57 000 toneladas) en ese mismo año. Esto da una idea de la distancia abismal entre las importaciones y las exportaciones en el Perú».
En 2019, el volumen de los principales fertilizantes importados incluyó 410 000 t de compuestos, según el ITC, con combinaciones de dos o tres nutrientes.
El término «compuestos» abarca la mayoría de los fertilizantes definidos como solubles en agua (fosfato monoamónico, nitratos de potasio, nitratos de calcio y nitratos de magnesio), además de DAP (fosfato diamónico) y MAP (fosfato monoamónico) para aplicación edáfica.
«Merece la pena mencionar que este producto, junto con los productos orgánicos, son los que han mostrado un crecimiento constante en los últimos cinco años, lo que indica que los fertilizantes solubles siguen al alza. El MKP (fosfato monopotásico) es muy escaso y solo se consume en cultivos para la exportación», afirma Bendezu.
Se importa nitrato potásico (alrededor de 30 000 t) y nitrato de calcio (10 000 t) (véase el artículo sobre esos mercados en este número).
«La principal demanda para fertilizantes solubles —yo diría que la única— procede de productores de cultivos destinados a la exportación, que siguen aumentando en el Perú —prosigue Bendezu—. Entre estos cultivos están las uvas de mesa, el aguacate, los cítricos, los pimientos y, principalmente, los arándanos».
Hay que destacar que Perú cuenta con la mina Bayóvar de roca fosfórica, que se empezó explotar en 2010 y cuyo accionista mayoritario es Mosaic. De esta mina se exportan casi cuatro millones de toneladas anuales.
Mezclando fertilizantes manualmente. Foto: Equilibra Perú
Participantes del mercado
Los principales importadores de fertilizantes en Perú son:
Una novedad destacable en los últimos años en el mercado de fertilizantes del Perú fue la asociación de Yara, el gigante noruego de los fertilizantes, con la empresa Equilibra, creada por la japonesa Mitsui y el grupo Romero en 2017, y con la cual Yara ya había establecido alianzas en Bolivia. Se considera que la alianza en Perú fue la posible causa de la venta de más de 300 000 toneladas de fertilizantes anuales a unos 60 000 agricultores.
El mercado tiene aún un enorme potencial de crecimiento, ya que en Perú se cultivan más de 7,5 millones de hectáreas y de ellas solo se fertilizan 1,2 millones. Por ello, la nueva compañía holding se propone alcanzar una cuota del 30% del mercado de los insumos de gran valor en los próximos tres años.
Demostrando claramente su intención de abrirse un hueco en el mercado local, la compañía noruega ha reformulado su catálogo eliminando los insumos básicos, como la urea y el cloruro potásico, y ha empezado a centrarse en productos de especialidad con alto valor añadido, utilizados para corregir carencias nutricionales específicas en los campos. De esta manera, Yara Perú comenzó a tener una cuota de mercado del 25 por ciento ya el año pasado.
En febrero de 2020, Yara dio un nuevo paso en su estrategia y se puso al mando de Equilibra Perú, mediante una alianza exclusiva para la distribución de sus tres marcas principales de fertilizante, que actualmente representan la mayoría de los ingresos de la empresa en Perú.
«Empezamos 2020 con noticias que asombraron a propios y extraños del sector agrícola, cuando a mediados de enero Yara firmó un acuerdo de distribución con quien hasta 2019 había sido su principal rival en el mercado de los fertilizantes solubles: Equilibra Perú —explica Ernesto Payet Soto, director comercial de Equilibra Perú—. Este acuerdo sorprendió a todos. Obligó a reorganizar las cosas, fortaleciendo aún más la abrumadora participación de un Equilibra Perú cuyas ventas habían crecido en los años anteriores a un ritmo del 20 por ciento. Por el momento, este cambio solo ha influido en la cuota de mercado, con una demanda total todavía estable».
Sady Javier García Bendezu Foto: Sady Bendezu
Las perspectivas eran buenas
Hasta el principio de la pandemia de la COVID-19, que en Sudamérica se produjo a mediados de marzo de 2020, el panorama para el mercado de los fertilizantes solubles «no podía ser mejor», según Bendezu. «Perú se consideraba el primer exportador de espárragos frescos y cafés especiales; el segundo exportador de alcachofas, café orgánico y cacao; y el tercero de pimientos secos. Algunos apuntaron que deberíamos pasar a ser los primeros en arándanos».
Sin embargo, la rápida propagación de la pandemia en los primeros meses hizo de 2020 "el año perdido”. La economía sufrió un duro golpe, y las exportaciones cayeron más que los años anteriores, incrementando el miedo de que el mercado se retrajera un poco. Dependerá de con qué velocidad nos recuperemos en la segunda mitad de 2020 y en el 2021», concluye Bendezu.
Según Soto, durante las dos primeras semanas de marzo de 2020, en vista de la pandemia, la Presidencia peruana decretó la paralización obligatoria de las actividades, y el sector de la agroindustria empezó a activar planes de contingencia para el suministro de nutrientes, adelantando los suministros y multiplicando sus días de inventario.
Esto provocó que las ventas de marzo crecieran respecto al mismo período de 2019, pero solo se debió al efecto de unas reservas mayores en los almacenes de los clientes, que luego se regularizaron con un descenso de las ventas del sector agroindustrial en abril y mayo de 2020. Otro efecto importante fue la variación de los precios de los cultivos principales: en general, varios frutos y hortalizas elevaron su precio debido a las expectativas de millones de consumidores peruanos, que adelantaron sus compras y llenaron sus despensas con alimentos, para abastecerse mientras hibernaban por el «confinamiento».
«Todo este efecto mejoró la situación de los productores pequeños y medianos de cultivos como el arroz y las patatas, que pudieron gozar de un beneficio mayor pero solo durante el mes de marzo —relata Soto—. También hubo algunas excepciones como los espárragos y el mango, en los que en determinados momentos de esos meses encontramos precios por debajo del costo, lo que hizo que se redujeran las tasas de fertilización por hectárea».
Haciendo balance al final del primer trimestre de 2020, la demanda de fertilizantes ha disminuido ligeramente comparada con el mismo período de 2019. «No obstante, somos muy optimistas y pensamos que la situación puede revertir en el corto plazo como consecuencia de dos factores significativos —apunta Soto—. En primer lugar, está el apoyo del Estado peruano, que con su programa “Reactiva Perú” ha desembolsado largas sumas de dinero a muchas empresas del sector con unas tasas de interés muy bajas. Por otra parte, los precios internacionales de los fertilizantes han caído aproximadamente un tres por ciento, reduciendo así el gasto en fertilizantes para los agricultores. Somos conscientes de que en la actualidad hay más dudas que certezas sobre la evolución de los precios de los cultivos, y que esto podría hacer que variasen las tasas de fertilización, pero nuestras expectativas son que el mercado se mantenga en 1,35 millones de toneladas».
Ernesto Payet Soto Foto: Equilibra Perú
En opinión de Soto, por lo menos durante los próximos cinco años solo será posible prosperar «dando a la tierra la oportunidad de ser más productiva». Y esto está científicamente demostrado, y solo se puede lograr mediante buenas prácticas agrícolas, que, entre otras actividades, implican poder fertilizar los campos que pierden su riqueza de minerales año tras año. De esta manera, podemos hacer en 80 hectáreas lo que antes hacíamos en 100 hectáreas.
«Hay dos grupos importantes —afirma Soto—. Los que no aplican fertilizantes, pero que cuando fertilicen tendrán una producción superior a la que tendrían sin ellos. Y el otro grupo son los que ya aplican fertilizantes, que para continuar optimizando sus campos agrícolas tendrán que seguir introduciendo nuevas tecnologías.
Conforme evolucionan las comunicaciones, también lo hacen los fertilizantes, y debemos estar a la vanguardia de los avances en las nuevas tecnologías de fertilización —añade Soto—. Ese es el motivo por el que en Equilibra nos hemos asociado con Yara para ofrecer a Perú y Bolivia, mediante fertilizantes de alta eficiencia, las oportunidades que los agricultores se merecen para mejorar su situación económica, incrementar la productividad de sus campos y ser capaces de alimentar a una población en gran crecimiento».
El Servicio Nacional de Sanidad Agraria del Perú (Senasa) promueve el uso de agentes de control biológico (ACB) para hacer que el control de plagas sea más sostenible en cultivos prioritarios como la vid, el cacao, la caña de azúcar, el aguacate, los cítricos, los espárragos, el café y otros. El Senasa otorga la certificación Fundo Verde a quienes producen alimentos para el consumo nacional sin utilizar productos agroquímicos e implementando un control biológico de las plagas. En 2019-20, se impartió capacitación a 625 usuarios interesados en la cría y producción de organismos para el control biológico de plagas gracias a los acuerdos con empresas privadas e instituciones estatales que prestan servicios a los cultivos para consumo nacional y para exportación como maíz, patatas, arroz, frijoles, cítricos, espárragos, aguacate, arándanos, alcachofa y vid.
(2BMonthly, agosto 2020)